Director periodístico: Víctor Hugo Anteparra Reátegui
11 noviembre, 2025

Iniciativas comunitarias en la lucha contra la Deforestación en San Martín (Perú)

 Iniciativas comunitarias en la lucha contra la Deforestación en San Martín (Perú)

 Por: Victor Hugo Anteparra Reátegui

Según datos estadísticos de Global Forest Watch, el año 2020, la región San Martín contaba con 3.51 millones de hectáreas de bosque natural, lo que representaba el 70% de su territorio. Sin embargo, para 2024, esta cobertura forestal sufrió una pérdida de 29.7 mil hectáreas, una disminución significativa que se tradujo en la emisión de aproximadamente 16.9 millones de toneladas de dióxido de carbono, reflejando un impacto ambiental considerable asociado a la deforestación.

Sin embargo, en medio de este panorama sombrío, la lucha por la conservación del medio ambiente ha encontrado un aliado inesperado: los propios moradores y ronderos usuarios directos de los bosques de las provincias de Rioja y Moyobamba se han unido para proteger 3,290 hectáreas de bosque que, de no ser por su esfuerzo, ya habrían sucumbido a la lotización de predios informales, la tala ilegal, la expansión agrícola y pérdida de la fauna silvestre.

«SANTA ELENA: LA LARGA LUCHA POR REVIVIR UN RÍO Y PROTEGER EL BOSQUE»

En el año 2002, los moradores del caserío Santa Elena, en el distrito de Posic (provincia de Rioja), recibieron una noticia que cambiaría el destino de su territorio. Un terreno cercano reunía todas las condiciones necesarias para convertirse en una reserva ecológica, lo que abriría nuevas oportunidades de turismo y conservación. Sin dudarlo, 33 personas decidieron ingresar en la zona para evaluar su potencial.

Lo que encontraron fue una parte del río Romero completamente enmalezado y cubierto por plantas acuáticas y de árboles caídos, a consecuencia de la tala ilegal. Conscientes de la importancia del lugar, los pobladores tomaron una decisión difícil: limpiar el río y restaurarlo para que pudiera ser navegable. El trabajo, sin embargo, no fue nada fácil. Durante once largos años, los habitantes de Santa Elena se organizaron en cuadrillas que, cada fin de semana, ingresaban al río para retirar troncos, ramas y desechos. No solo se enfrentaban al trabajo físico, sino también a los peligros que acechaban en el bosque que era completamente inhóspito.

Uno de los momentos más dramáticos ocurrió durante los primeros meses de limpieza, cuando los brigadistas encontraron una serpiente de aproximadamente 10 metros de largo, que estuvo a punto de atacar a uno de ellos que se había quedado estático por la impresión. Pese a la amenaza de estos y otros animales peligrosos, los pobladores nunca declinaron en su propósito. El esfuerzo valió la pena. Hoy, el río Romero cerca del caserío Santa Elena ya es navegable en los 9 kilómetros y 800 metros que limpiaron, un recorrido que alberga más de 300 especies de aves, 30 especies de mariposas, 12 tipos de serpientes y 20 mamíferos entre ellas varias especies de monos, algunos de los cuales están en peligro de extinción.

Durante el 2021, los esfuerzos de conservación dieron frutos adicionales: un otorongo (jaguar) adulto fue avistado en la reserva, y en el 2024, una pantera fue descubierta en el área. Estos hallazgos no solo validan el trabajo de los moradores, sino que también destacan el hecho de que el lugar es un refugio para especies en peligro de extinción que podrían haber desaparecido sin esta protección. La amenaza de la tala ilegal y la ocupación de tierras ha sido neutralizada por la determinación de esta comunidad y ahora las 2235 hectáreas de bosque que protegen están a salvo y cuentan con la asistencia del personal de la organización Amazónicos para La Amazonía.

EL GRAN MIRADOR DE JUNINGUE: ECOTURISMO COMUNITARIO CONTRA LA DESTRUCCIÓN 

A pocos kilómetros de Santa Elena, en la provincia de Moyobamba, otro grupo de ronderos ha logrado dar vida a un proyecto similar, aunque con un enfoque distinto: la Concesión para Conservación El Gran Mirador de Juningue, dentro del predio estatal denominado Zona de Conservación y Recuperación de Ecosistemas ZoCRE “Juninguillo- Yanayacu”, ubicada en la provincia de Moyobamba. El año 2020, un colectivo de 25 ronderos, entre hombres y mujeres, decidió que la zona que rodea el mirador debía ser protegido. Este bosque, además de ofrecer una gran biodiversidad, posee aguas termales, cascadas, orquídeas, y especies endémicas de flora y fauna, lo que lo convierte en un atractivo ecoturístico clave para la región.

Uno de los principales atractivos es la «Cascada Cueva del Oso», una de las tres caídas de agua de la zona. Los visitantes deben caminar por un sendero empinado que no solo desafía la resistencia física, sino que los conecta con un entorno natural casi virgen. A lo largo del recorrido, los turistas pueden admirar las flores de color lila que adornan el paisaje, mientras disfrutan de la espectacular vista del morro de Calzada. Sin embargo, al igual que en Santa Elena, las amenazas del avance de la frontera agrícola y la migración ilegal siguen acechando. Si no fuera por la acción decidida de los ronderos, esta área sería otro punto más de ocupación ilegal y destrucción forestal, tal como sucede en los alrededores.

BOSQUE DE MARONA:  UN REFUGIO DE BIODIVERSIDAD AL SUR DE MOYOBAMBA 

Un tercer esfuerzo comunitario que destaca en la región es el de la Concesión para Conservación del Bosque de Marona. A pocos kilómetros al sur de Moyobamba, 25 ronderos de la localidad de Marona solicitaron el año 2020 la protección de 419 hectáreas de bosque que amenazaban ser invadidas para la siembra de café. Esta zona es ahora un refugio ecológico que, además de proteger la biodiversidad, ofrece grandes posibilidades de ecoturismo.

El Bosque de Marona alberga una variedad impresionante de flora y fauna, incluida la presencia de la especie de ave Trogón, que hace su nido en los árboles que albergan termitas. Lo que hace único a este bosque es la cantidad de plantas medicinales que crecen en el, muchas de las cuales son utilizadas por los ronderos para tratar diversas enfermedades.
Se descubrió que en el lugar existen árboles de quina, cuyas propiedades medicinales son altamente valoradas. Los ronderos, con un profundo conocimiento ancestral de la flora local, también han habilitado miradores naturales desde donde los visitantes pueden admirar el Valle del Alto Mayo y el distrito de Jepelacio. También existe una pequeña cueva cuya extensión aún es desconocida, lo que agrega un elemento de misterio y exploración al lugar.

CONEXIÓN Y SOSTENIBILIDAD

En los tres casos, el éxito de estas iniciativas ha sido posible gracias a la organización comunitaria y al apoyo de organismos como Amazónicos para la Amazonía, que les han brindado el respaldo necesario para conseguir la concesión para la conservación de estos bosques por un periodo de 40 años renovables. Este apoyo ha sido fundamental, ya que les ha permitido generar ingresos a través del ecoturismo, al mismo tiempo que protegen la biodiversidad local.

Es importante destacar que estos proyectos no solo son exitosos desde el punto de vista ecológico, sino que también contribuyen significativamente al bienestar económico y social de las comunidades locales. La creación de nuevas fuentes de ingresos, a través social de las comunidades locales. La creación de nuevas fuentes de ingresos, a través del ecoturismo, permite a las poblaciones de la región mantener su modo de vida mientras aseguran el futuro de su entorno natural.

La deforestación en la región de San Martín es, sin duda, uno de los grandes retos ambientales de Perú. Sin embargo, las historias de la Reserva Ecológica Santa Elena, El Gran Mirador de Juningue y el Bosque de Marona nos muestran que, con organización y determinación, es posible revertir el daño y proteger los recursos naturales que sustentan la vida en la Amazonía.
Estos proyectos comunitarios no solo conservan el bosque, sino que también abren una puerta al ecoturismo sostenible, demostrando que la protección del medio ambiente y el desarrollo económico pueden ir de la mano y con un enfoque de gestión del territorio.

Hoy, estos esfuerzos sirven de inspiración a otras comunidades de la región y del país, sino también de la acción decidida de las propias comunidades que habitan cerca de las zonas afectadas para lograr una Amazonía que late.

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